Voy caminando de la mano de ella. Tengo unos ocho años. Llevo puesta una chaqueta de Hello Kitty color azul neón y blanco que tiene una capucha, pues en esta ciudad donde escogí nacer, llueve a cántaros y a diario. Mi hermana va del otro lado y también de su mano. Vamos juntas, siempre juntas las tres. Seguramente iremos por unas empanadas. Ella pide la de carne y nosotras la de queso. Empanaditas Colombianas. Nos gusta el sonido del aceite crujiendo y el sabor del queso derretido. Nos gusta soplar el calor y ver el humo desvanecer. Eso, solo eso, es diversión.
Volvemos a la casa, aún bajo la lluvia. Pronto se virá la luz como es de costumbre en las tardes de esta oscura y fría ciudad que me vio nacer. Pero no hay problema, nosotras nos metemos bajo las cobijas de su inmensa cama y ella nos cuenta historias que nos hacen reír sin parar. Jugamos, charlamos, cantamos, juntas, siempre juntas las tres, y eso, solo eso, es diversión.
Yo me quedo dormida por ser la más chiquita. Cuando me levanto, ya es de noche y bajo al comedor donde la cena está lista. Hay un ventanal que da al jardín interno en donde vemos nuestro reflejo. Ella nos dice que son los vecinos que vienen a hacernos compañía, y por lo menos yo, suelto una carcajada. Eso, solo eso, es diversión.
Al terminar, mi hermana y yo jugamos a perseguirnos, corriendo de punta a punta alrededor de las escaleras. Mientras tanto, mamá, desde la cocina, nos ama y nos ve crecer. Ella es fragmentos, su corazón se ha partido en mil pedazos, y aún así, ella se hace un todo para nosotras; si hace frío, ella se hace cobijo, si llueve, ella se hace refugio, en la penumbra se hace luz y en la crudeza se hace magia. Sus fragmentos se transforman, se moldean, se empalman y se hacen vida para que a mi hermana y a mí, no nos falte nunca ni un solo trozo de felicidad. Eso, todo eso, es mucho más que amor.